Bela Bartók

Además de su actividad como compositor y sus investigaciones sobre la música popular, Bartók también se dedidó a la enseñanza y a la interpretación. El gran éxito que disfrutó como concertista en la década de 1920 fue empañado en parte por las dificultades que surgieron de la frágil atmósfera política en Hungría, una situación agravada por las francas maneras del compositor. A medida que el espectro del fascismo en Europa en la década de 1930 se hacía cada vez más siniestro, Bartok se negó a interpretar en Alemania y las emisoras de radio prohibieron su música allí y en Italia. Un concierto en Budapest el 8 de octubre de 1940, fue la despedida del compositor al país que le había proporcionado tanta inspiración y sin embargo le causó tanto dolor. Días después, Bartók y su esposa viajaron a Estados Unidos.

En sus últimos años Bartók fue afectado por la mala salud. Aunque sus perspectivas parecían mejores en su último año de su vida, su última gran esperanza - volver a Hungría - se desvaneció en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Murió de leucemia en Nueva York, el 26 de septiembre de 1945. 

El legado del compositor incluye una serie de ambiciosos proyectos  no realizadas, incluyendo un cuarteto para siete cuerdas; dos importantes obras, el Concierto para Viola y el Concierto para Piano No. 3, fueron completados por su alumno, Tibor Serly.
Desde sus raíces en la música que interpretó como pianista - Mozart, Ludwig van Beethoven, Frederic Chopin, Johannes Brahms - el estilo de Bartók evolucionó a través de varias etapas hasta convertirse en uno de los idiomas musicales más distintivos e influyentes de la primera mitad del siglo XX. La asimilación completa de elementos de diversas fuentes - los maestros clásicos, autores contemporáneos como Claude Debussy, canciones populares - es uno de los rasgos distintivos de la música Bartók. 

Pero, tal vez, por encima de todos los demás elementos, es la aplicación ingeniosa del ritmo lo que da a Bartók su aguda afilación. Inspirado por la música popular que amaba, Bartók infundió sus obras con ritmos asimétricos, a menudo salvajes, que suministraban una fuerza violenta a obras como Allegro barbaro (1911) y la Sonata para dos pianos y percusión (1937). Si un solo ejemplo en la producción de Bartók puede considerarse representativo, es sin duda la colección de piano Mikrokosmos (1926-1939). Estos seis volúmenes, que comprenden 153 piezas, siguen siendo valiosos no sólo como una herramienta pedagógica, sino como un glosario exhaustivo de las técnicas - melódicas, armónicas, rítmicas, formales - que proporcionan un marco para la extraordinaria personalidad musical de Bartók.