Francisco Asenjo Barbieri

Francisco Asenjo, nació en Madrid, el 3 de agosto de 1823, Posteriormente sumó el apellido Barbieri en honor a su abuelo materno, director del Teatro de la Cruz, donde el joven entró en contacto con el teatro y la música. 

Su primer maestro de música fue José Ordóñez Mayorito; en 1837 ingresó en el Conservatorio de Madrid, estudiando en profundidad el clarinete, piano, canto y composición con los maestros Ramón Broca, Pedro Albéniz, Baltasar Saldoni y Ramón Carnicer, respectivamente. 

Entre 1841 y 1844 se ganó la vida como cantante ambulante, clarinetista, copista, profesor de piano y escritor de canciones populares y danzas, así como maestro de coro académico. Inauguró su carrera operística con Il Buontempone (1847, en italiano), pero también fundó La España Musical para promover la ópera nativa española. Mantenía su trabajo extra-musical a través del periodismo, la crítica musical (para La Ilustración) y como copista, apuntador y traductor en el Teatro Real.

Como un paso hacia su ideal de crear una forma teatral distintivamente española, abandonó la ópera italiana, escribiendo su primera zarzuela en 1850. Su trabajo fue central para el grupo de compositores, incluyendo Oudrid, Gaztambide y Arrieta; trabajando desde 1851 en el Teatro del Circo, dirigiendo el coro, así como proporcionando muchas obras teatrales originales. 

En 1856  fundó el Teatro de la Zarzuela, y desde 1860, Barbieri amplió sus actividades, fundando la Sociedad para la Música Orquestal (1866) e introduciendo en Madrid gran parte del repertorio sinfónico alemán, así como publicando una amplia variedad de libros sobre música, política y otros temas. 

Murió el 19 de febrero 1894 en su querida Madrid, cargado de honores y reconocido en el país y en el extranjero como el padre de la música española.

La contribución de Barbieri en el renacimiento de la vida cultural de la nación, fue determinante. Fue el más influyente compositor español del siglo XIX, cultivando el crecimiento de un estilo musical nacional muy distinto de sus raíces de estilo italiano, con su serie de zarzuelas grandes, que siguieron a la innovadora "Jugar con fuego" de 1851. Su música ni siempre es pareja, pero obras de la calidad como "Los Diamantes de la Corona" (1854), "El Diablo En El Poder" (1856) y "Entre mi mujer y el negro" (1859) muestran una creciente confianza dramática y poder melódico. La serie culminó con la magnífica epopeya nacional "Pan y Toros" (1864); aunque su obra maestra cómica es "El barberillo de Lavapiés" (1874), un milagro del espíritu popular, sutileza musical, ingenio irónico y fervor político que sigue siendo la piedra angular de la tradición de la zarzuela.