Ramón Amaya Amador

Nació en el seno de una familia proletaria, sufrió grandes privaciones económicas que le obligaron a trabajar, durante muchos años, en grandes granjas bananeras de su país. Pronto sintió el despertar de una conciencia crítica que lo llevó a luchar activamente contra la administración corrupta, los terratenientes explotadores y la justicia de los poderosos, lo que, a su vez, lo convirtió en el chivo expiatorio de la persecución política orquestada en Honduras contra los líderes del proletariado. Con gran esfuerzo, logró estudiar periodismo y difundir su ideología progresista a través de las páginas de algunos rotarios y revistas de tendencias liberales.

Cuando su firme compromiso político puso en peligro su propia vida, Amaya Amador se vio obligado a abandonar su país natal para tomar el camino del exilio, que lo llevó primero a la vecina Guatemala, luego a Argentina y, finalmente, a Checoslovaquia, donde continuó ejerciendo el trabajo periodístico al tiempo que se dedicaba con entusiasmo a plasmar sus ideas en diferentes obras de ficción. Como resultado de un accidente aéreo, falleció en el país centroeuropeo el 24 de noviembre de 1966; sus restos mortales allí descansaron sus restos mortales hasta que, en 1977, sus cenizas fueron transportadas a su país de origen.

Ramón Amaya se hizo conocido como escritor a mediados del siglo XX, cuando su primera novela, titulada Prisión verde (1950), vio la luz en tierras aztecas, sin poder imprimirse en Honduras debido al hostigamiento de la autoridades políticas. Sin embargo, este trabajo inmediatamente alcanzó una rápida difusión en todo el subcontinente americano, y fue reimpreso en varias ocasiones, a lo largo de la década de 1950, tanto en México como en Argentina. Poco después de la publicación de esta primer obra, el escritor de Olanchito publicó una pieza dramática titulada La plaga negra, pero pronto volvió a la prosa de ficción y abandonó para siempre el género teatral.

Su segunda novela publicada, Destacamento Rojo (1952), salió a la luz también en México, aunque no se reimprimió hasta 1962. Mientras tanto, produjo otras historias interesantes como Constructores (1958) y Los brujos de Ilamatepeque (1958), y escribió otras novelas, que se publicaron póstumamente, o bien quedaron inéditas.