La huella

Andrew Wyke es un aristócrata elitista y engreído, que se dedica a escribir novelas policíacas y desprecia a toda persona ajena a su círculo de amistades de alta posición social. Milo Tindle es un peluquero amante de Marguerite, la esposa de Andrew.

Un día el escritor invita a Milo a su casa y le hace una proposición. Le cuenta que él también tiene una amante, Taia, y que tiene un plan para salir ambos beneficiados. El plan consiste en que Milo simule ser un ladrón, entrando en su casa para robar unas joyas. Así, ambos se podrán repartir el dinero del seguro y vivir felices, el escritor con Taia y el peluquero con Marguerite.

Milo duda pero acaba cayendo en lo que no es más que una trampa que le está tendiendo Andrew con el fin de humillarle. Pero el peluquero no se lo va a perdonar y prepara su venganza. Ambos protagonistas van a ser a la vez víctimas y verdugos en un juego de engaños y dobles apariencias donde nada es lo que parece.

En el fondo, una dura metáfora de la lucha de clases, pero metáfora sin disimulos. Los mismos protagonistas así lo manifiestan, como podemos ver en la definición que Andrew hace de Milo: “Un figurón muerto de hambre que desconoce cuál es su puesto”, o en las palabras del peluquero al aristócrata: : “Ustedes juegan, los de mi clase nos vengamos”.

Una muy inteligente película, con ingeniosos diálogos y un fantástico duelo interpretativo.