Eduardo Chillida

A lo largo de los años, el artista recurrió a materiales que mostraron sus investigaciones sobre cuestiones conceptuales y preocupaciones metafísicas. Los primeras realizaciones en piedra y yeso de Chillida oscilaron entre el mundo humano y el mundo natural utilizando figuras e imágenes de paisajes. Su regreso al país vasco de España en 1951 marcó un cambio en la visión y el medio, centrándose más en la metamorfosis del espacio y la definición del volumen espacial a través de la forma. Chillida pronto abandonó el yeso que había usado en sus obras de París en favor del hierro, luego de la madera y el acero. Estos materiales representan las tradiciones vascas en la industria, la arquitectura y la agricultura, además de recordar el paisaje y la "luz negra" de la región.

Sus viajes a Grecia, Roma, Umbría, Toscana y la Provenza en la década de 1960, encendieron lo que sería un interés permanente en la relación entre la luz y la arquitectura. Chillida comenzó a utilizar el alabastro por su apariencia iluminada pero velada. A pesar de su uso de medios variados, las intenciones de simplicidad y equilibrio de Chillida nunca permitieron que el material tomara una forma ajena a su naturaleza. Consistentemente guiado por la calidad del espacio, la densidad y el ritmo, sus obras consideran formas en que la masa y el volumen contienen espacio. Sus obras públicas, que existen en una escala más masiva, no solo habitan en el espacio sino que también determinan un espacio de calificación propio.

Las principales retrospectivas de la obra gráfica y escultórica de Chillida han sido montadas por el Museo de Bellas Artes de Houston (1966); Instituto Carnegie, Pittsburgh (1979); Galería Nacional de Arte, Washington, DC (1979); Museo Guggenheim (1980); Palacio de Miramar, San Sebastián (1992); y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid (1999). Sus esculturas monumentales, diseñadas tanto para espacios urbanos como para espacios más recluidos, se instalan de manera permanente a nivel internacional y constituyen una faceta importante de su producción artística. 

Chillida recibió numerosos premios, entre ellos el Gran Premio Internacional de Escultura en la Bienal de Venecia (1958), el Premio Kandinsky (1960), el Premio Carnegie de Escultura (1964), el Premio Andrew Mellon (1978, con Willem de Kooning), el Gran Premio de Artes en Francia (1984) y el Premio Jack Goldhill de la Royal Academy of Arts de Londres (1996). En 2000 abrió en San Sebastián el Museo Chillida-Leku, un espacio de exposición monográfic. Murió en San Sebastián el 19 de agosto de 2002.