El Pípila

En la ciudad de Guanajuato se encuentra una enorme estatua de piedra roja que representa El Pípila, héroe de la Independencia de México. Es un homenaje a un hombre que, a su manera inusual, marcó uno de esos pequeños acontecimientos que cambian el destino de las naciones.

El Pipila nació en San Miguel y  "Pipila" es sólo un apodo. Su nombre verdadero era Juan José de los Reyes Martínez, nació el 3 de enero de 1782, hijo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro. El Pípila fue un peón modesto que trabajaba en las minas de oro. Con una losa de piedra atada a su espalda, él se protegia de la caída de piedras y otros escombros. El Capitán Ignacio Allende, en cambio, era el hijo de un acaudalado noble español. Se distinguió en el ejército por su bravura como un jinete audaz, y como un insurgente determinado.

Fue Allende quien inició el movimiento por la independencia, pero fue El Pípila quien ganó la batalla en Guanajuato.
En 1810 España está luchando contra los franceses. Los mexicanos aprovechan la oportunidad para reclamar su independencia. El Capitán Ignacio Allende, un experto jinete, lanza la ofensiva. Él galopa de San Miguel el Grande hacia la ciudad de Guanajuato.  Soldados y hordas de indios descalzos mexicanos lo siguen.

Los españoles, sin embargo, se atrincheraron en la Alhóndiga de Granaditas, una fortaleza invencible construida con bloques de piedra sólida. Sus paredes, de un metro de espesor y de dos pisos de alto, están rodeadas de agua. No hay aberturas en el frente, con excepción de dos grandes puertas de madera. La batalla es absurdamente desigual. Desde lo alto de la fortaleza, los españoles disparan a los rebeldes que no pueden subir las formidables paredes. El Capitán Allende galopa de puesto en puesto, instando a los rebeldes a redoblar los esfuerzos denodados pero menguantes. Los soldados mexicanos están mal entrenados y la mayoría de los indios no entienden español.

Es una carnicería despiadada. La lucha se libra con furia. El foso se desborda con cadáveres, tiñendo el agua de rojo. Las municiones se están agotando.

En una cantina en la calle de la Alhóndiga, El Pipila y un grupo de peones están bebiendo pulque. Impulsado por la desesperación, El Pipila se pone su losa de piedra, agarra una antorcha encendida, y a cuatro patas, se va hacia la  puerta de madera más cercana de la fortaleza. Se agacha bajo su cubierta a prueba de balas, enciende la puerta en llamas. Las llamas se extendieron rápidamente y comienzaron a consumir la  madera vieja y seca.

Los rebeldes derriban los restos de la puerta quemada con machetes, hachas, palos y  puños. Entran y hieren al comandante español en el ojo derecho. La sangre brotaba, le ciega por completo. Los españoles en pánico  tiran sus armas y se rinden. El Pípila es un héroe nacional.

Todo el mundo sabe el logro extraordinario de El Pipila, pero la modesta casa, donde nació, es desconocida para la mayoría de la gente. Murió el 25 de julio de 1863 en su ciudad natal y se dice que murió a causa del polvo y gases de la mina.