Eloy Alfaro

 Presidente de la República de Ecuador en dos ocasiones, José Eloy Alfaro Delgado fue también general de División del Ejército del Ecuador y líder de la revolución contra el conservadurismo en la República.

 Hijo de un republicano español que llegó al país como exiliado político y de una hija del alcalde de la ciudad en la que Alfaro nació, Montecristi, parece ser que su estirpe por parte de madre desciende de un cacique derrotado por un capitán español que le obligó a adoptar su apellido. En Montecristi pasó sus primeros años de educación, y tras la primaria se dedicó a ayudar a su padre en los negocios.

 Desde muy joven se embarcó en guerras de rebelión contra los distintos presidentes, lo que le valió sendos exilios en repetidas ocasiones. Intentó incluso dar un golpe de Estado para hacerse con el poder una tercera vez, pero las fuerzas constitucionales frustraron sus planes y lo detuvieron y lo llevaron a Quito donde fue encarcelado. Parece ser que un grupo de exaltados opositores a él se hicieron con el control de la cárcel y lo lincharon, arrastrando sus restos y quemados en la calle.

 Apoyó algunos golpes de Estado, y bajo su gobernación trabajó en pro de una enseñanza laica, con lo que se granjeó la enemistad por parte de la iglesia católica, que hasta el momento tenía el monopolio de la educación en el país. Una de las medidas que más molestó a los religiosos era que los estudiantes de escuelas católicas tenían que validar sus conocimientos antes maestros laicos nombrados por el Estado. Siempre trabajó en la separación de la unión entre Iglesia y Estado, promoviendo al libertad de culto y hasta permitiendo la entrada de religiones y misioneros venidos sobre todo de los Estados Unidos.

 Los hechos ocurridos durante el linchamiento del líder golpista fueron juzgados, durante el cual se trató de esclarecer lo que ocurrió, ya que al parecer unos seiscientos efectivos policiales estaban destacados en el penal para proteger a los presos pero no lo hicieron. Incluso cuando los asesinos arrastraron los cuerpos de los golpistas y los apilaron en la hoguera, el ejército y la policía no hicieron nada. Posteriormente se supo que el Gobierno había dado orden de no intervenir en le turba. Una banda de música ofreció después un recital enfrente del Palacio de la Gobernación. A pesar de que la opinión pública repudió el linchamiento, justificó los asesinatos.