Ignacio Allende

Años mas tarde, empezó a simpatizar con la idea de independizar a la Nueva España del reino español y para 1808 ya había vuelto de su destacamiento en Texas para hacerse cargo de los Dragones de la reina. Debido a sus ideas a favor de la independencia, fue encontrado en una de las reuniones clandestinas que se hacían para llegar a acuerdos en Valladolid, pero para su fortuna no fue sancionado.

Tiempo después fue invitado por  José Miguel Dominguez a la ciudad de Queretaro para participar de una conspiracion, en este lugar conocería al Padre Miguel Hidalgo y al capitán Juan Aldama. En un principio iban a ser Allende y Aldama los encargados de dar inicio a la independencia, pero a último momento se eligió a Miguel Hidalgo. Lograron controlar el pueblo de Dolores y partieron rumbo a San Miguel, donde Allende había conseguido un gran apoyo. Días mas tarde, Hidalgo fue nombrado capitán del ejercito y Allende teniente general. El 27 de setiembre, cinco días después, el Virrey ofreció 1000 pesos para quien era capaz de entregar, ya sea vivos o muertos, a los líderes de este movimiento.

El Teniente general, Ignacio Allende, sobresalio en esta lucha por ser un caballero que siempre respeto mucho a la población y jamas castigaba o mandaba a ejecutar a quienes capturaba. Luego de haber tomado Alhondiga de Granaditas y el Monte de las cruces, Allende tuvo a bien proponerle a Hidalgo, tomar la capital del virreynato y continuar con sus ideas, pero el padre no compartio sus mismos principios esta vez comenzando a quebrarse su relación que nunca pudo volver a ser la misma.

En la Batalla de Puente de Calderón fueron derrotados y la jerarquía insistió en que Allende ocupara el lugar de Hidalgo, asumiendo toda la responsabilidad desde ese momento. Al mando de un ejercito diezmado se dirigieron hacia el norte, con el único objetivo de conseguir mas dinero, armas y  tropas.  Cuando se encontraba en Acatita de Bajan, Ignacio Elizondo lo traiciona y es apresado hasta Chihuahua donde fue juzgado por insubordinación. En pleno juicio y al sentir que el juez lo trataba con desprecio, rompió las cadenas de sus esposas y con un pedazo de ellas le golpeo la cabeza. Este acto, sumado a los anteriores, hace que se decida su sentencia y es fusilado el 26 de junio de 1811.

Para asustar a la población e impedir que nadie siga su ejemplo, fue decapitado y su cabeza fue colgada en una de las esquinas de la Alhondiga de Granaditas en Guanajato. Hasta el 2010, sus restos estaban en la cripta de la Columna de la Independencia en la ciudad de México.  A partir de esa fecha fueron llevados al Museo Nacional de Historia.