Jean Jaurés

En 1885 Jaurès fue elegido a la Cámara de Diputados de la Tarn como republicano moderado, no afiliado. En la Cámara trabajó en la legislación de bienestar social y habló enérgicamente contra el general Boulanger. Derrotado en 1889, regresó a la enseñanza en Toulouse. Sus estudios y su contacto con los trabajadores, especialmente los mineros de Carmaux, a quienes ayudó durante la huelga de 1892, lo llevaron hacia el socialismo.

Llevando la plataforma del partido de los trabajadores marxistas de Francia, Jaurès volvió a la Cámara en enero de 1893, principalmente a través del apoyo de los mineros de Carmaux. Tanto dentro como fuera de la Cámara, surgió como uno de los voceros más eficaces para la causa socialista. Su apelación no se limitaba a la clase obrera; de hecho, fue particularmente eficaz con la pequeña burguesía y la intelectualidad, que quedaron impresionados por su discurso durante el caso Dreyfus, cuando insistió en que el socialismo significaba justicia para todas las personas, independientemente de su clase.

Al mismo tiempo Jaurès estaba trabajando para unificar el movimiento socialista, un papel para el que su formación ecléctica, su moralismo, la preferencia de la síntesis por sobre la pureza doctrinal, y el temperamento conciliador, le encajaban muy bien. Los dogmáticos, como el líder marxista Jules Guesde, desconfiaban de él; pero como era el parlamentario más eficaz de los socialistas y la figura más ampliamente respetada, lo necesitaban. El primer esfuerzo en la federación (1899) se rompió, en gran parte por la entrada del socialista Alexandre Millerand en el ministerio.

Jaurès defendió la participación ministerial en determinadas circunstancias, en un régimen democrático, pero esta opinión fue rechazada definitivamente por la Segunda Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores) en 1904. Su decisión de ceder hizo posible la unificación del socialismo francés en 1905, y su periódico, Humanité, se convirtió en el órgano principal del nuevo partido. La unificación también lo obligó a abandonar su papel de liderazgo en la coalición que sostuvo al ministerio anticlerical de J. L. E. Combes y permanecer por el resto de su carrera como un líder de oposición.

La sombra de la guerra que se aproximaba, le hizo dedicar su mayor esfuerzo, para impedir que Francia provocara un conflicto,  utilizando la Internacional para disuadir a los poderes, y apelar al sentido común de la humanidad, pero las fuerzas para la guerra eran mucho más fuertes. Su esfuerzo, erróneamente interpretado como antipatriota, despertó el odio amargo que condujo a su asesinato el 31 de julio, 1914.