El
Príncipe Alberto II de Mónaco (53) y
Charlene Wittstock (33), sellaron su amor ante Dios en una ceremonia oficiada por el arzobispo de Mónaco,
Bernard Barsi, el sábado último. Por una cuestión de espacio, lo hacieron al aire libre, en los jardines del Palacio, y no en la Catedral en la que se casaron los padres de Alberto,
Rainiero y
Grace Kelly.
La novia se casó con un vestido diseñado por el modisto italiano
Giorgio Armani, mientras que el novio portó el uniforme de verano, blanco, de la compañía de carabineros. Luego de la ceremonia, la pareja se dirigió hasta la Iglesia de Santa Devota, patrona del Principado, y la novia, como manda la tradición, depositó allí su ramo.
Entre los 850 invitados que colmaban el Patio de Honor, se encontraban los reyes de España, Suecia y Bélgica; además, los presidentes de Francia, Irlanda, Islandia, Alemania, Hungría y Malta. Además, 3.500 personas asistieron a la plaza del Palacio, entre ellas divas de la ópera, modelos top, personajes del jet set y pilotos de la Fórmula 1.
A cargo de la comida estuvo el chef francés
Alain Ducasse, quien adelantó que los platos combinarán "los sabores del mar y de la montaña", con productos locales que no incluirán la carne. El postre, remarcó, "tendrá un guiño al país natal de la novia (Sudáfrica)".
Broma pesadaEste domingo, cuando apenas llevaba un día casado,
Alberto de Mónaco fue dado por muerto según la enciclopedia on-line, Wikipedia.
La siniestra broma según la cual, el príncipe habría sido victima de un traumatismo craneoencefálico debido a la caída de un tiesto, unas horas después de la boda religiosa del sábado pasado, fue corregida inmediatamente “resucitando” al
Príncipe Alberto para que disfrute de sus primeros días de casado junto a su esposa, la
Princesa Charlene, a pesar de los supuestos rumores de fuga que protagonizó la novia antes del enlace.