Abdul Hamid II, conocido como
el Sanguinario (Estambul, 21 de septiembre 1842 - Estambul, 10 de febrero 1918) fue el sultán n° 34 del Imperio Otomano, desde el 31 de agosto 1876 hasta el 27 abril de 1909, cuando, a causa de la sublevación militar de los jóvenes Turcos, fue reemplazado por su hermano Mehmet V.
Vivió la época de decadencia del Imperio Otomano sin embargo, durante su reinado fue el principal responsable de la modernización que permitió al imperio progresar, aún ejerciendo un fuerte control sobre sus asuntos internos. Entre sus reformas se destacan la racionalización de la burocracia, el ambicioso proyecto del Ferrocarril Hijaz, la creación de un moderno sistema de códigos de ley (1896), el establecimiento de las bases para un moderno sistema de censo, un sistema para el registro y control de la prensa, el ordenamiento de los sueldos de los funcionarios y la primera escuela moderna de leyes.
El sultán fue también el propietario del legendario diamante Hope, el "diamante maldito", que recibió un año antes de ser depuesto por su hermano.
Abdul, segundo hijo del sultán Abdülmecid I e de su esposa armenia Tirimüjgan, nació en e Palacio Topkapi. Desde su juventud demostró inclinación hacia los trabajos manuales, fabricando diversos muebles y objetos de madera, que aún hoy pueden admirarse en los palacios Yildiz y Beylerbeyi de Estambul. Gran apasionado de la ópera, tradujo al turco muchas óperas clásicas y también compuso piezas propias.
Abdul Hamid accedió al trono cuando su hermano Murad V fue depuesto el 31 de agosto de 1876.
Fue el último sultán otomano con poder absoluto y la que retrasó varias décadas la modernización de Turquía, con sus métodos autoritarios y a veces crueles en el trato con los separatistas, y sus maniobras diplomáticas que trataron de sacar provecho de los conflictos entre las potencias europeas. Era conocido con el nombre de Ulu Hakan (Divino Khan) entre sus partidarios y como el Sultán Rouge (Sultán Rojo) por sus opositores como los Jóvenes Turcos y sus simpatizantes extranjeros. Fue el responsable de la llamada masacre hamidiani, que actualmente se considera la primera fase del genocidio armenio.
A pesar sus cualidades, Abdul no una línea de conducta firme y decidida. Así es como, poco después de ascender al trono concedió una constitución, que revocó un año más tarde (1877) volviendo a una forma tiránica de gobierno en la que todo dependía de él y de las intrigas del palacio y el harén. Convencido de su derecho divino, no admitía oposición a su voluntad, pero prestaba mucha atención a la opinión pública en el extranjero. Un duro trabajado, llevó una vida bastante austera y su terror a los atentados (bastante justificado en aquellos años, no sólo en el Bósforo) lo obligaban a vivir como un prisionero en sus palacios fortificados de Estambul. Muy cariñoso con sus mujeres y sus hijos, también sufría de alucinaciones, insomnio y diversas fobias, que empeoraron en los últimos años.
Durante el largo reinado de Abdul Hamid, el Imperio Otomano continuó perdiendo territorios. Rusia seguía queriendo avanzar hacia el sur, Austria-Hungría hacia el sur-este, Bulgaria y Serbia se había separado del Imperio e Inglaterra había tomado Egipto (de hecho ya casi independiente de Estambul) una de las joyas más preciadas del reino. Al interno de estos movimientos, bullía un fermento de nacionalismo e independencia.
Entre 1894 y 1896, la sangrienta represión en Armenia ordenada por Abdul Hamid le valió el apodo de "Sultán Rojo" y la condena formal de toda Europa, con la excepción de Guillermo II de Alemania, un país con el que ya desde hacía algún tiempo, tenía relaciones económicas especiales y de consultoría (incluyendo militares) con el Imperio Otomano.
Con la ayuda de Alemania, también se inició la construcción de los ferrocarriles de Bagdad y las ciudades santas de Arabia. El descontento interno dio lugar a la rebelión de los "jóvenes turcos" que, victoriosos, en 1908 otra vez obligaron al sultán a conceder una constitución.
Un año más tarde, el sultán fue depuesto por sus intentos contrarrevolucionarios y exiliado en Salónica. Después de tres años, se le permitió regresar a Estambul, donde vivió casi prisionero hasta su muerte en 1918. Lo suficiente para ser testigo de la mayor caída de su antiguo imperio, pero no su final formal que ocurrió en 1923, cuando la República de Turquía fue proclamada en una superficie casi igual a la de la actual Turquía y la capital fue trasladada Ankara.