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Maximiliano Hernández Martínez

Maximiliano Hernández Martínez

  • (1882 - 1966) Maximiliano Hernández Martínez
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Datos sobre Maximiliano Hernández Martínez

Nació: 29 Octubre 1882 | El Salvador
Falleció: 15 Mayo 1966
Signo del zodiaco: Scorpio

Biografía de Maximiliano Hernández Martínez

El general Maximiliano Hernández Martínez (1882-1966) fue presidente de El Salvador desde 1931 a 1944. Su régimen fue una dictadura estricta que volteó una insurrección comunista durante sus primeros días en el cargo. Promovió el crecimiento económico basado en la expansión de las grandes fincas cafetaleras, beneficiando así a los terratenientes e iniciando vínculos entre el ejército y la oligarquía.

Maximiliano Hernández Martínez nació el 29 de octubre de 1882; ingresó en el ejército de El Salvador a muy temprana edad. Logró experiencia de combate en la guerra de 1906 con Guatemala, estableciendo un récord sólido y ascendiendo a general de brigada en 1919. Durante gran parte de su carrera se desempeñó como profesor en la Academia Militar Salvadoreña.

Martínez subió al poder en 1931 durante un año tumultuoso de maniobras políticas. Único oficial militar considerado candidato principal a la presidencia en la elección de 1931, Martínez emergió como vicepresidente en una boleta encabezada por Arturo Araujo, un rico terrateniente con aspiraciones reformistas. Sin embargo, después de ganar las elecciones, Araujo demostró ser un gobernante débil, incapaz de lidiar con los graves problemas derivados de la depresión mundial, especialmente el precio deprimido del café, la principal exportación del país. 
En diciembre de 1931 un grupo de jóvenes oficiales del ejército expulsó a Araujo en un golpe militar. Martínez fue arrestado, aunque los oficiales jóvenes lo instalaron más adelante como presidente dado que, como vice presidente, de acuerdo a la constitución él era el siguiente en línea. Los Estados Unidos se opusieron vigorosamente al golpe, invocando el Tratado de Washington de 1923, mediante el cual los gobiernos de Centroamérica se habían comprometido a no reconocer diplomáticamente a ningún régimen instalado por una revuelta armada. Si bien Estados Unidos no había firmado el tratado, había patrocinado la idea. Sin embargo, dado que esta revuelta se produjo en un momento en que los Estados Unidos se habían comprometido a no intervenir militarmente en América Latina, el ejército salvadoreño consideró que podía resistir la presión de Washington.

En medio de estas maniobras, la situación cambió por el estallido de una revuelta agraria en la que los campesinos descontentos trataron de apoderarse de las tierras. Las luchas estallaron por todo el interior de la nación, y varios terratenientes fueron asesinados por turbas campesinas. Si bien la revuelta reflejaba las condiciones de los campesinos, fue liderada por comunistas declarados, entre ellos Agustín Farabundo Martí. El levantamiento alarmó a los terratenientes y los obligó a buscar apoyo militar. En el proceso se dirigieron al general Martínez, que era en su mayoría mestizo indígena de origen pobre y tenía poco en común con la élite. Martínez percibió su oportunidad y aplastó sin piedad la revuelta. El número de muertos en el levantamiento y la posterior represión fue muy alto.

Martínez pudo consolidar su posición con su nuevo apoyo de la oligarquía y orquestó cuidadosamente su propia elección. En años posteriores Martínez extendió dos veces su mandato por medio de convenciones constitucionales.

Un ermitaño que rara vez aparecía en público, Martínez era vegetariano, no bebedor y teósofo que creía en la reencarnación y se dedicaba a las prácticas ocultas. El general celebraba sesiones en su casa y le gustaba recomendar agua de color para curar todos los males. Debido a sus creencias, fue citado porque decía que "es un crimen mayor matar a una hormiga que a un hombre, porque cuando un hombre muere se vuelve a encarnar, mientras una hormiga muere para siempre".

El Salvador estuvo esencialmente en quiebra durante los años treinta, y como esto dejó poco dinero para proyectos gubernamentales, los esfuerzos de Martínez se basaron en gastos mínimos y fueron más modestos que los de países vecinos. Se negó a contratar nuevos préstamos en el extranjero, e insistía en que su nación viviera con sus recursos. Su gobierno construyó una modesta red de caminos de tierra, varios edificios gubernamentales y algunas escuelas y hospitales. También lanzó un plan de distribución de tierras por el cual el gobierno dividió las tierras que poseía en pequeñas parcelas para ser entregadas a campesinos sin tierra. Su régimen compró varios estados para dividirlos, aunque, puesto que el gobierno tenía poco dinero, el programa continuó lentamente y su efecto fue limitado.

El general mantuvo un estricto control personal sobre la nación, a través de un extenso sistema de represión y espías. Su régimen se volvió más opresivo en sus últimos años, especialmente después de 1938. Los métodos policiales eran duros. Entre sus "reformas" se encontraban leyes que reinstauraban la pena de muerte para delitos como la rebelión. 

Una rebelión el 8 de mayo de 1944, llevó a su renuncia. Posteriormente vivió durante muchos años en la oscuridad, en el exilio en Honduras, donde murió en 1966. 
El régimen de Martínez constituyó un importante momento decisivo en la política de El Salvador, marcando el control inicial de la nación por los militares y el origen de la alianza entre los militares y los terratenientes que dominaron la política en esa nación durante muchas décadas. El fracasado levantamiento campesino que le permitió consolidar el poder, también polarizó a la nación entre las clases altas y bajas. Estos legados siguieron afectando la política de El Salvador durante décadas después de que Martínez se alejara.

Vida profesional de Maximiliano Hernández Martínez

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